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viernes, 30 de abril de 2010

CRONICAS DE UN HOMBRE ENAMORADO


La vida de un hombre enamorado no es sencilla. A esta altura, ya se encuentran bastante expuestos los motivos que hacen a que día a día, sea una aventura en el sube y baja emocional por el que transita su acontecer.

Contrariamente a lo esperado por la mayoría de los hombres devenidos en simples machos reproductores, un hombre enamorado ve en el acto de copulación, la semilla de esperanza de su felicidad eterna. Tan simple como beber agua de un manantial, el éxtasis que logra experimentar en el acto amoroso, lo transporta a lugares de los cuales no quiere regresar ni en un millón de años.

Sin embargo y como si fuera una condición indispensable de su ocurrir, debe enfrentar a continuación, uno de los hechos más dolorosos de haber: la incertidumbre de lo que depara el futuro.

Bueno es aclarar, que un hombre enamorado, experimenta las emociones de manera más fuerte que el común de los mortales. Ya hemos dicho que el amor que siente por su deseada pareja, lo transporta a lugares que la razón no puede comprender. Por tal motivo es de entenderse, que lo último que pasa por su mente es llegar al acto sexual. Consecuentemente, es algo que no nubla su razón y por el contrario a lo que la mayoría pudiera creer, ve ese hecho como una consecuencia propia de la expresión de su afecto, de su ternura y espera que la situación se presente, sin buscarla intencionalmente.

Aclarado ese punto… qué sucede luego de que finalmente se produce el acto de acercamiento amoroso. Bueno… puede ser muy difícil de interpretar.

Indiscutiblemente, pierde su sostén en este mundo. El piso comienza a moverse cual arena movediza y se le hace ficticio todo lo que pudo haber experimentado sensorialmente, hasta ese momento. Debemos aclarar que no se obsesiona con el hecho de volver a repetir la situación, solo le basta sentir la seguridad de que el objeto de su afecto, esa ninfa que lo transportó al Monte Olimpo en un carruaje arriado por Pegaso, pudo experimentar la misma sensación de encantamiento que él supo vivenciar.

A pesar de sus esfuerzos, muy difícilmente logre obtener esa respuesta. No por negación de su contra prestadora, sino simplemente por el hecho de que su verborragia, su incontinencia verbal y su falta de paciencia, hacen que sienta que no se encontró a la altura de la circunstancia. En cuestión de segundos, se desprende el la armadura y queda expuesto como un sapo, que no obtuvo el favor de la princesa.

Sin embargo, una sola seguridad queda intacta en su pecho: el saber que todo lo que hizo, dijo u omitió, fue motivado por el sentimiento que lo acercó a esa mujer y fue puro, sin segundas intenciones y por el solo hecho de sentirse cerca del paraíso por una fracción de segundo. Así es como el resto de sus días, obtienen justificación.

Puede suceder, ya que ni hasta un hombre enamorado se encuentra exento de ello, que nunca más vuelva a repetirse ese acercamiento. Y cuando se habla de acercamiento, se descarta de plano lo referido estrictamente a lo físico, sino que se centra en lo afectivo, lo espiritual, lo emocional.

Es claro que nada volverá a ser lo mismo en la vida de este hombre. Ya que a pesar de haber morado en un terreno fértil y estéril a la vez, luego de haber conocido el cielo y el infierno, seguirá intentando mediante todos sus bríos lograr la felicidad, porque al fin de cuentas, ese simple hecho es el que lo moviliza: la obtención de la felicidad.

Autor Sebastian Montagna


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